SABER DECIR NO
Lee cuidadosamente el siguiente texto,
teniendo en cuenta los signos de puntuación y las pausas que deben hacerse en
ellos. Luego responde el cuestionario, encerrando en un círculo la letra de la
respuesta correcta.
Convivir no es rendirse a la
voluntad de los demás. Aunque muy a menudo entraña consentir,
permitir, tolerar, fingir, hacer la vista gorda y tantas otras estratagemas que
ponemos en práctica para coexistir en paz. Coexistir entraña también sumirse en
el consenso, que es algo más que un acuerdo, o bien optar por la senda de la
obediencia.
Sin embargo, convivir puede
también incluir el desacuerdo, la discrepancia y la negación a responder a las
expectativas que los demás tienen de nosotros, cuando esperan que cumplamos y
no cumplimos. Ello es así cuando diferimos con firmeza, pero con civismo.
Una parte esencial, y en el fondo
la más significativa del civismo, es aquella que nos permite diferir, discrepar
y hasta oponernos a otras voluntades de un modo a la vez civilizado y eficaz.
Sobre ello querríamos reflexionar ahora.
No es gratuito afirmar que
negarse u oponerse a la voluntad ajena es la parte más significativa del civismo. Recordemos que el civismo consiste en una
cultura de buenas maneras que nos permite diferir pacíficamente y avanzar en la
solución de conflictos de modo incruento, o del modo humanamente menos cruento
de los posibles.
La vida social, venimos
aseverándolo desde el principio, es esencialmente conflictiva: no en vano
nuestra imagen del Edén, o de la arcadia, o de una sociedad utópica en la que
soñar o a la que aspirar, es siempre pacífica, armoniosa, feliz, aunque lejana.
Sólo la nostalgia puede hacernos sentir que hubo un tiempo en nuestras vidas en
que todo fue dicha. Aunque para muchos, por fortuna, hay felicidades parciales
o momentos idílicos, espléndidos, dichosos. La plenitud feliz muy duradera no
es la norma para los mortales.
No hay convivencia sin intereses
encontrados ni sin lucha por la apropiación o el control de recursos escasos.
No hay convivencia sin desigualdades, opiniones incompatibles, dominaciones
injustificables, ilusiones perdidas, desilusiones y amarguras. Lo cual no
significa -librémonos del melodrama- que todo en la vida sea triste y sórdido,
por mucho que, no hay que olvidarlo, sea así para no pocas personas,
abandonadas, como suele decirse, de la mano de Dios. Al recordar estas simples
verdades tan sólo queremos decir que siendo las cosas como son es inevitable que
surjan sin cesar enconos y discordias.
El civismo es el marco mínimo
adecuado para resolver fructíferamente muchos de los conflictos endémicos en
la convivencia. O para mitigar sus daños. No entendamos esta afirmación de
forma caricaturesca. Un civismo que consistiera exclusivamente en intercambios
de zalemas y de frases hipócritas entre gentes dispuestas a darse puñaladas por
la espalda a la primera de cambio no sería muy recomendable.
El que, en cambio, parece más
interesante en el contexto de nuestro discurso es el que permite, de veras,
discrepar y negar la opinión y aun autoridad o el poder de los demás, sin
ejercer violencia alguna. Gracias al ejercicio de ese civismo es factible que
nuestros deseos, anhelos o hasta ideales, puedan abrirse camino sin dañar, o
causando el menor perjuicio posible para todos. El civismo más idóneo para
nuestra dignidad es aquel que fomenta nuestro derecho a afirmar nuestras
posiciones y razones, no aquel que nos sume en un mar de componendas y difumina
nuestras opiniones, intenciones y buenas razones.
Nada más alejado de este Manual,
pues, que recomendar un mundo nebuloso y moralmente flácido. Al contrario,
pensamos que es bueno abogar por un civismo que no esté reñido con los
principios de cada cual. No sólo eso: nuestra idea es que esa suerte de civismo
constituye precisamente la mejor vía para lograr que triunfen tales principios.
Quien quiera imponer por la fuerza la fraternidad, la libertad o cualquier otra
virtud, las destruye. Sin buenas maneras naufragan los principios.
Para ilustrar esta posición
evocaremos dos ejemplos de intenso civismo que han sido a la vez casos de una
no menos intensa voluntad de hacer triunfar convicciones radicales, con
actitudes combativas de discrepancia profunda frente a las normas y situaciones
predominantes en el mundo que les rodeaba. Casos que nos demuestran que los
ideales más extremos pueden alcanzarse a través de la virtud cívica, sin
recurrir a violencia alguna.
El primer ejemplo es el de la
lucha por la independencia de la India por parte del Mahatma Gandhi y sus
seguidores, así como por abolir la brutal discriminación que, en el mundo de
castas que aún pervive en el Indostán, sufrían los intocables y los parias.
Gandhi (1869-1948), tras estudiar leyes de Londres, se trasladó a Sudáfrica.
Allí, en el Transval, inventó un método de resistencia pasiva contra la
segregación racial que practicaba el gobierno colonial contra la minoría hindú.
Tras volver a su país en 1915
creó un movimiento de resistencia pasiva contra las autoridades británicas que
le convertiría no sólo en padre de la independencia de la India, sino también
en uno de los más grandes inspiradores del pacifismo de toda la historia.
Contra quienes abogaban por la rebelión armada o el terrorismo político
independentista, Gandhi proponía manifestaciones totalmente pacíficas contra el
poder colonial. Las cargas de la policía, los malos tratos, los desmanes
provenían así siempre de las autoridades. Una exquisita buena conducta
caracterizaba a los miles y miles de seguidores del Mahatma, cuyo número crecía
sin cesar.
Su vida de perfecta humildad y
pobreza constituía además la prueba de la seriedad absoluta de sus intenciones.
(Ya vimos en el capítulo V la importancia que posee el mero ejemplo para la
calidad de la vida cívica. Aunque no sea menester alcanzar extremos de santidad
como los de Gandhi, es evidente que su ejemplaridad y las de quienes le han
emulado después en otros casos fue un elemento esencial de su éxito.)
El segundo caso es el movimiento
inspirado por Martín Luther King (1929-1968), el de los derechos civiles de los
negros norteamericanos. Sus valientes campañas, totalmente hostiles al uso de
la violencia, se realizaron contra toda forma de segregación racial en los
servicios públicos, las escuelas y las universidades. Empezaron en Alabama,
para combatir la segregación racial en los autobuses públicos -expresión de
incivismo si las hay- y acabaron en un vasto movimiento, apoyado también por no
pocos blancos.
Al igual que en el caso del
Mahatma Gandhi, el resultado no fue sólo una dignificación de los ciudadanos
más afectados por la injusticia (imperial y de casta en un caso, racista en
otro) sino que mejoró las condiciones de vida y la calidad de la civilización y
de la cultura de sus respectivos países. Más aún, tanto Gandhi como King
enseñaron a la humanidad lo que puede hacerse con tacto y valentía, sin el más
mínimo uso de la violencia. Eso sí, hay que sacrificarse. Pero también se
sacrifican los violentos, y no crean más que mayor sufrimiento. Dejan un rastro
de víctimas inocentes. Y un mal recuerdo.
Ambos héroes de nuestro tiempo
fueron asesinados por unos fanáticos. Su mansedumbre, henchida de valentía, era
un insulto para sus mentes violentas y simplistas. Quienes no somos héroes, no
pedimos heroísmo alguno. Pero nos apresuramos a decir que la inmensa mayoría de
quienes siguieron con serenidad y coraje a estos grandes maestros de urbanidad
y de civismo inspirado por las convicciones -y no sólo dotado de buenas
maneras- sobrevivieron a la aventura e hicieron de buenos patriotas: dejaron
sus países en mejor estado del que los encontraron al nacer.
Cada día presenciamos
manifestaciones cívicas no violentas a favor del desarme nuclear, o por la paz,
o por defender el ambiente y la naturaleza, o para amparar derechos humanos.
Todos se inspiran en la tradición creada por movimientos como los de las
mujeres sufragistas británicas a principios del siglo xx, por Gandhi tras la
Primera Guerra Mundial, o por Martín Luther King en los años cincuenta y
sesenta.
Esos esfuerzos prueban cada día
que toda causa noble puede triunfar sin violencia. Aunque triunfe a medias: es
evidente que Amnistía Internacional no ha logrado abolir la tortura, ni la pena
de muerte, ni las farsas judiciales en los procesos políticos, pero también es
innegable que cuenta en su haber una cantidad espléndida de pequeñas y grandes
victorias. Lo mismo ocurre con el admirable movimiento Gesto por la Paz en el
País Vasco.
En cambio los fanáticos que se
entregan al terrorismo, desde quienes lanzan bombas entre la población civil
hasta quienes practican el vandalismo político, son esencialmente inciviles.
Destruyen la paz civil, la convivencia cotidiana, el discurrir tranquilo de gentes
que van a sus asuntos sin meterse con nadie. No son muy inteligentes porque no
ven que cualquier causa -la independencia de un país, los derechos de un pueblo
oprimido- puede servirse mejor a través de la disidencia cívica.
Eso sí, hay que comprar tozudez,
persistencia, buenos modales, inteligencia estratégica, valor, sangre fría, y
estar dispuesto a pasarlo mal a veces. No obstante, ahí está la gran lección:
la resistencia pacífica, o bien la protesta igualmente pacífica mueven
montañas. Y son más civilizadas, tanto en métodos como en resultados, que su
contrario, la violencia. Las primeras dejan un buen recuerdo y de las segundas
sólo queremos olvidarnos.
(CAMPS,
Victoria y GINER, Salvador. Manual de Civismo.
Ed. Ariel, Barcelona, 1998. pp. 103-111.
Ejercicio de comprensión de lectura por Jorge E. Gómez Arias)
PUEDES ESTAR TRANQUILA QUE EN CLASE TRATAREMOS DE RESOLVER DUDAS , LO IMPORTANTE ES QUE INTENTES.
Ejercicio de comprensión de lectura por Jorge E. Gómez Arias)
COMPRENSIÓN DE LECTURA
1. En el texto, la palabra entraña significa:
a. supone b.
dispone c. propone d.
produce
2. En los dos primeros párrafos, respecto a la
convivencia los autores
a. a. se contradicen
evidentemente b. presentan posibles actitudes
c. c. aclaran sus posibles causas d. dicen qué es y qué no es
3. Negarse u oponerse a la voluntad ajena es la parte
más significativa del civismo porque
a. a. el civismo permite soluciones incruentas a los conflictos
b. b. la vida social es generalmente
demasiado pacífica
c. c. a menudo se debe aceptar la
voluntad de los demás
d. d. no respondemos a las expectativas
que tienen los demás
4. Los autores definen el civismo como:
a. a. procedimiento de los conflictos b. lo complicado de la vida social
c. c. investigación de antagonismos d. cultura de buenos modales
5. Quisiéramos tener un paraíso o una
sociedad utópica debido a que:
a. a. tenemos que poner en práctica las
normas de civismo
b. b. vivimos en un mundo que es principalmente conflictivo
c. c. la plenitud feliz es punto
culminante para los mortales
d. d. hay felicidades parciales o
momentos idílicos, dichosos
6. En el texto, la palabra endémicos significa:
a. virulentos b. Vulgarizados
c. infecciosos d. Permanentes
7. De acuerdo con los autores, el civismo más
atractivo es:
a. a. el que permite zalemas y adulaciones
b. b. el que acaba con conflictos
endémicos
c. c. el que permite discrepar sin violencia
d. d. el que evita puñaladas en la
espalda
8. El método de Gandhi se llamaba:
a. a. Resistencia pasiva b. Segregación racial
c. c. Independencia india d. Mundo de las castas
9. Gandhi proponía
manifestaciones pacíficas contra:
a. a. Los intocables y los parias b. La legislatura de Londres
c. c. La dominación colonialista d. Los terroristas africanos
10. Podemos inferir o deducir que la vida de
humildad y pobreza de Gandhi es prueba de la seriedad de sus intenciones porque:
a. a. muestra que no pretendía enriquecerse o ser famoso
b. b. indica que él no era muy
importante para los hindúes
c. c. comprueba el éxito de su lucha
contra el terrorismo
d. d. demuestra que pudo llegar a
extremos de santidad
11. El movimiento de Martin Luther King fue por:
a. a. La hostilidad a la violencia b. Los autobuses del público
c. c. Las contribuciones públicas d. Los derechos de los negros
12. El resultado de las luchas de Gandhi y King fue:
a. a. dejarnos gran cantidad de
enseñanzas
b. b. obtener el sacrificio de los
violentos
c. c. mejorar la dignidad de sus pueblos
d. d..dejar un rastro de víctimas
inocentes
13. En el texto la palabra disidencia significa:
a. a. Traición b. Oposición c. Ruptura d. Cisma
14. Quienes han seguido a los grandes maestros del
civismo y la urbanidad
a. a. presenciaron manifestaciones
cívicas no violentas
b. b. eran como fanáticos que se
entregan al terrorismo
c. c. lucharon
contra quienes practican el vandalismo
d. llevaron mejoría a las
condiciones de sus paísesPUEDES ESTAR TRANQUILA QUE EN CLASE TRATAREMOS DE RESOLVER DUDAS , LO IMPORTANTE ES QUE INTENTES.